Aquello que comúnmente llamamos amor, es en realidad una mezcla de afecto, atracción sexual y emociones. Sin olvidar, por supuesto, múltiples condicionantes culturales, religiosos o personales que podrían modificar o definir de algún modo particular esa mezcla. Es bastante común, especialmente en esta etapa, que predomine el afecto “condicional”. Es decir, un tipo de afecto que estará matizado por lo que los otros “tienen”. Por ejemplo, en ocasiones, nos enamoramos debido a la belleza física, la fuerza, el estilo, las habilidades de algún tipo, incluso el parecido con alguna figura admirada, un actor o actriz, deportistas o cantantes.
Y esto, aunque nos haga gracia y suene ridículo, ocurre muy a menudo entre adolescentes pero puede permanecer también en la adultez. El enamoramiento dura un tiempo, al principio, pero luego decae. Aquí, la duración de la pareja dependerá de la madurez, la elección personal, la forma en que revitalizamos la relación y muchos otros factores. Cuando elegimos permanecer con la misma persona más allá del enamoramiento, es cuando se suele decir que hay amor, aunque no siempre es así, ya que puede haber otras razones como el miedo a la soledad, la dependencia emocional, los intereses personales, la búsqueda de seguridad, la comodidad de las circunstancias e infinidad de cosas más.