Respeto por uno mismo, respeto por los demás

El término asertividad está emparentado con la palabra “aserto”. El aserto, según lo definen los diccionarios, es “una proposición de certeza”. Es evidente que en el ámbito de la comunicación no puede existir certeza en sentido estricto ya que el malentendido es casi la esencia propia de la comunicación.

Sin embargo, uno necesita cierta ilusión de certeza para confiar en que “puede comunicar aquello que quiere comunicar”. Dejando momentáneamente de lado esta consideración, cuando nos referimos a la asertividad, estamos hablando de una estrategia de comunicación que consiste en conductas capaces de expresar en forma sincera, una determinada forma de pensar y de usar la palabra con relación a los demás. Estas conductas, han de estar libres de confusión, tendrían que ser respetuosas tanto hacia los demás como hacia uno mismo.

Desde el punto de vista de la comunicación, la asertividad implica un equilibrio entre dos estrategias opuestas: estilo agresivo y estilo pasivo. Requiere de una pericia que se desarrolla con la práctica y con el ensayo tipo “prueba y error”. En este sentido, la asertividad se puede enseñar. Hay que aprender a valorar, por cierto, en qué forma ponemos límites, cómo defendemos nuestros derechos y cuándo es el momento adecuado, ya que pueden darse situaciones de peligro en las cuales no nos es posible defenderlos en ese instante preciso.

Aunque la idea “cada persona tiene derecho a defender sus opiniones teniendo en cuenta las de los otros” parece fácil de transmitir y de hacer entender, en ocasiones, es difícil de llevar a la práctica porque la personalidad puede estar constituida por deficiencias que impiden o dificultan su realización.

Leonardo Golia Vincent

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